Terapia Individual
Consultas presenciales y online
Laura Oliveira
Terapia Gestalt - Individual

La palabra individual está formada con raíces latinas y significa relativo a uno solo. Se refiere a una unidad frente a otras unidades en un sistema de referencia.
He querido empezar por ahí porque, además de ser una apasionada de la etimología, me parece importante recordar que, aunque la terapia sea individual, hace referencia al sistema al que pertenecemos. Siempre que acudimos a terapia tiene que ver con una o varias relaciones. Relaciones de familia, de trabajo, de pareja, la relación con una misma.

Somos indivisibles y, sin embargo, albergamos cada una de nosotras toda una serie de personajes a cuestas. Esos personajes son partes nuestras que podemos observar con curiosidad y sin juicio, y que después de miradas y comprendidas podemos darles el lugar que se merecen y esa atención por la que tanto luchan.
«DE tantos hombres que soy, que somos,
no puedo encontrar a ninguno:
se me pierden bajo la ropa,
se fueron a otra ciudad.
Cuando todo está preparado
para mostrarme inteligente
el tonto que llevo escondido
se toma la palabra en mi boca.
Otras veces me duermo en medio
de la sociedad distinguida
y cuando busco en mí al valiente,
un cobarde que no conozco
corre a tomar con mi esqueleto
mil deliciosas precauciones.
Cuando arde una casa estimada
en vez del bombero que llamo
se precipita el incendiario
y ése soy yo. No tengo arreglo.
Qué debo hacer para escogerme?
Cómo puedo rehabilitarme?
Todos los libros que leo
celebran héroes refulgentes
siempre seguros de sí mismos:
me muero de envidia por ellos,
en los filmes de vientos y balas
me quedo envidiando al jinete,
me quedo admirando al caballo.
Pero cuando pido al intrépido
me sale el viejo perezoso,
y así yo no sé quién soy,
no sé cuántos soy o seremos.
Me gustaría tocar un timbre
y sacar el mí verdadero
porque si yo me necesito
no debo desaparecerme.
Mientras escribo estoy ausente
y cuando vuelvo ya he partido:
voy a ver si a las otras gentes
les pasa lo que a mí me pasa,
si son tantos como soy yo,
si se parecen a sí mismos
y cuando lo haya averiguado
voy a aprender tan bien las cosas
que para explicar mis problemas
les hablaré de geografía.»
De eso se trata conocerse, de saber que estamos hechas de muchas partes, cómo nacieron esas partes y que papeles interpretan. Conocer los mecanismos que me hacen reaccionar desde el automatismo, reconocer cuándo me siento herida, observar cómo lo hago, de qué manera me he ido construyendo, a que creencias estoy siendo fiel sin darme cuenta…
Es importante prestar atención al diálogo interno, a los mensajes que nos regala el cuerpo, a modo de pistas que raramente atendemos. Dúdalo y compruébalo por ti misma: cada síntoma, bien se vea reflejado en el cuerpo bien en el alma, es un faro alumbrando el camino. De hecho, ya decía Sócrates, que no hay enfermedad del cuerpo que esté separada del alma.


Somos indivisibles y, sin embargo, albergamos cada una de nosotras toda una serie de personajes a cuestas. Esos personajes son partes nuestras que podemos observar con curiosidad y sin juicio, y que después de miradas y comprendidas podemos darles el lugar que se merecen y esa atención por la que tanto luchan.
De eso se trata conocerse, de saber que estamos hechas de muchas partes, cómo nacieron esas partes y que papeles interpretan. Conocer los mecanismos que me hacen reaccionar desde el automatismo, reconocer cuándo me siento herida, observar cómo lo hago, de qué manera me he ido construyendo, a que creencias estoy siendo fiel sin darme cuenta…
Es importante prestar atención al diálogo interno, a los mensajes que nos regala el cuerpo, a modo de pistas que raramente atendemos. Dúdalo y compruébalo por ti misma: cada síntoma, bien se vea reflejado en el cuerpo bien en el alma, es un faro alumbrando el camino. De hecho, ya decía Sócrates, que no hay enfermedad del cuerpo que esté separada del alma.
«DE tantos hombres que soy, que somos,
no puedo encontrar a ninguno:
se me pierden bajo la ropa,
se fueron a otra ciudad.
Cuando todo está preparado
para mostrarme inteligente
el tonto que llevo escondido
se toma la palabra en mi boca.
Otras veces me duermo en medio
de la sociedad distinguida
y cuando busco en mí al valiente,
un cobarde que no conozco
corre a tomar con mi esqueleto
mil deliciosas precauciones.
Cuando arde una casa estimada
en vez del bombero que llamo
se precipita el incendiario
y ése soy yo. No tengo arreglo.
Qué debo hacer para escogerme?
Cómo puedo rehabilitarme?
Todos los libros que leo
celebran héroes refulgentes
siempre seguros de sí mismos:
me muero de envidia por ellos,
en los filmes de vientos y balas
me quedo envidiando al jinete,
me quedo admirando al caballo.
Pero cuando pido al intrépido
me sale el viejo perezoso,
y así yo no sé quién soy,
no sé cuántos soy o seremos.
Me gustaría tocar un timbre
y sacar el mí verdadero
porque si yo me necesito
no debo desaparecerme.
Mientras escribo estoy ausente
y cuando vuelvo ya he partido:
voy a ver si a las otras gentes
les pasa lo que a mí me pasa,
si son tantos como soy yo,
si se parecen a sí mismos
y cuando lo haya averiguado
voy a aprender tan bien las cosas
que para explicar mis problemas
les hablaré de geografía.»
Aprender a reconocer como me relaciono conmigo misma es una práctica que se lleva a cabo con la inestimable ayuda de otra persona, llena a su vez de sus propias partes deseosas de atención. Y así, nos vamos cruzando las unas con las otras olvidando que, aunque somos seres individuales, también somos partes interdependientes.
Hoy en día el “apego” sufre de mala fama, no obstante, el apego es algo intrínseco e inherente al ser humano. No se trata de desapegarse, sino de aprender a ser apegos seguros para nosotras mismas y para las demás personas.
Lo que quiero decir con esto es que nadie se hiere sola y nadie se sana sola. Aquí es donde el Vínculo entra en escena como trama principal, donde tenemos que poner la máxima atención, porque todos nuestros “males” y nuestros “bienes” dependen de la calidad de nuestros vínculos. Empezando por como me vinculo conmigo misma.


«(…) Pretender, en este nivel dual, ser felices de forma permanente, carece de sentido y puede conducir a una negación del dolor que trae consigo problemas. Cuando uno vive sinceramente, coherentemente; cuando te aceptas a ti mismo y aceptas que las cosas son tal como son – y aceptarlas no significa que te resignes a las cosas, puedes asumir las cosas tal y como son y a la vez luchar por cambiar aquello que puede ser cambiado –;cuando uno desarrolla estas aptitudes y cuando tiene la capacidad de aceptar la vida en sus luces y en sus sombras, aceptar el dolor y aceptar la pérdida, eso puede conducir a un tipo de felicidad que ya no es dual porque integra las luces y las sombras, y a un contentamiento y serenidad interior. Apuntando, así, a una felicidad más profunda, que es no dual, que tiene mucho que ver con la capacidad de aceptación de la realidad y de todas las dimensiones de la realidad y de nuestra experiencia.
(…) Un dolor que no acepto porque me revelo contra la sociedad, me revelo contra lo sucedido, porque tengo una mala relación con mi propio dolor y no lo acepto, da lugar a mucho sufrimiento evitable, a mucho sufrimiento inútil, mucho drama emocional que no nos torna personas sabias sino todo lo contrario. Hay una experiencia del dolor, que cuando es asumido y vivido desde una dimensión más profunda de nosotros que sepa acogerlo con aceptación y serenidad, es compatible con esa bienaventuranza que designa un estado de satisfacción completa, perfectamente independiente de los problemas del mundo.
El cimiento de la felicidad más profunda siempre es lo que depende de nosotros.
No depende de nosotros lo que nos pasa.
Sí depende de nosotros como nos relacionamos con lo que nos pasa.»
Mónica Cavallé.
(Extraído del podcast: L’Àgora de Can Alcover: Diàleg amb Mónica Cavallé 18/03/2020).
¿Te atreves a conocerte?
La mayoría de las personas que vienen a terapia tienen algo en común: “algo va mal conmigo”, “algo no sé manejar” y “vengo aquí para aprender a hacerlo mejor”. Pero en verdad, no es posible el cambio sin previa aceptación. A esto se le llama la teoría paradójica del cambio. La mayoría de las veces, intentamos deshacernos de la maravilla que somos. Como decía Neville Goddard: ya eres lo que quieres ser y tu negativa a creerlo es la única razón por la que no lo ves.
“Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y, si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos”, Fernando Pessoa.
Hay que ir quitando capas, no para dejar de ser quien somos sino como somos. Detrás de todas esas capas que antaño te protegieron, está la semilla que eres y gracias a esas capas la semilla sobrevivió.
El modelo terapéutico en el que se asienta mi acompañamiento es, sobretodo, el Humanista, en particular la Terapia Gestalt. Pero he sido toda la vida muy curiosa y ecléctica y cuento con perspectivas muy variadas que utilizo según la situación las requiera.
Nadie te conoce mejor que tú misma. Yo solo pretendo acompañarte a ir mirando donde tus condicionamientos no te dejan ver.
Cuanto mejor te conozcas y te relaciones contigo misma, mejor serán tus relaciones, mejores tus vínculos y mejores tu salud física y mental.
Contáctame para comenzar este nuevo camino.